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Se sabe que en el Antiguo Egipto se utilizaba una planta, el beleño, para «matar al gusano de la caries» y resolver el dolor. Esta planta tenía entre otras, propiedades hipnóticas y paralizantes.
En el siglo IV a.C., los griegos usaban una poción, el «nepenthe», la cual uno de sus ingredientes era el opio que tiene propiedades analgésicas entre otras. Años después se han ido utilizando diferentes plantas, como la mandrágora, que se encuentra en la cuenca mediterránea y que tiene propiedades narcóticas y sedantes.
Pero no es hasta 1860 cuando Niemann aisló la cocaína, se estudió su farmacología y en 1883 se comenzó a emplear como anestesia tópica por primera vez en cirugías oftálmicas por Köller. En 1884 se hizo el primer bloqueo nervioso en la boca. Pero la cocaína presentaba bastantes inconvenientes. Fruto de muchas investigaciones se comienza a usar la procaína (1905) y la lidocaína (1948). Anestesia que utilizamos hoy en día y que supusieron un cambio importante en la medicina.
En farmacología hay también dos fechas importantes a señalar; Sertüner en 1806 y la síntesis de la morfinay Kolbe 1859 con la síntesis del ácido acetilsalicílico (aspirina). Aunque la utilización terapéutica de estos fármacos y la inyección de los anestésicos tuvo que esperar a la invención de la aguja! Fue Alexander Wood en 1853.
La anestesia es un fármaco que, utilizado a concentraciones adecuadas, inhibe de forma reversible la conducción nerviosa.
Existen dos tipos de anestésicos locales, los tipo éster y los tipo amida.
Estos anestésicos tardan en hacer efecto entre 2 y 3 minutos desde que se inyectan.
Los tipo éster apenas se utilizan hoy en día, únicamente en algunos geles de anestesia tópica. Son por ejemplo; la procaína, benzocaína o tetracaína.
Los tipo amida son los más utilizados hoy en día y son por ejemplo; la lidocaína, bupivacaína, prilocaína, mepivacaína o articaína.
Los anestésicos locales tipo amida se metabolizan en el hígado. Malamed, padre de la anestesia en odontología, dice que un 70% de la lidocaína se degrada en el hígado (siempre y cuando el hígado funcione con normalidad).
Los anestésicos locales y sus metabolitos se eliminan a través del riñón.
Si un paciente tiene problemas hepáticos metabolizará la anestesia peor y si tiene problemas renales eliminará la anestesia peor.
La anestesia que usamos en odontología lleva, habitualmente, adrenalina. El anestésico como tal es vasodilatador, es decir, los vasos sanguíneos se dilatan, se “agrandan”, cuando anestesiamos. Para que la anestesia no se diluya tan rápido, los anestésicos llevan adrenalina, que es un vasoconstrictor (cierra esos vasos). ¡Por eso a veces, al recibir anestesia en el dentista podemos notar que se nos acelera un poco el corazón, es por la adrenalina!
La anestesia también dura más o menos dependiendo del tipo de anestesia que se use y la técnica de infiltración.
Por ejemplo, si usamos Lidocaína al 2% con adrenalina 1:100.000 (anestesia muy habitual para un empaste, por ejemplo).
Si usamos Articaína al 4% con adrenalina 1:100.000 (anestesia muy habitual en cirugía).
Como hemos comentado, cuánto dura la anestesia depende no solo del tipo de anestesia, también del tipo de técnica usada o el estado general del paciente. Por ejemplo, una persona que está muy nerviosa, su corazón irá más rápido, bombeará la sangre más rápido y como consecuencia de ello la anestesia se diluirá más rápido. No obstante, no hay que preocuparse, siempre podremos colocar más para que dure todo el tiempo que sea necesario.
Saber cuánto dura la anestesia puede ser muy interesante, pero es importante tener en cuenta que la medicina no son matemáticas y que todos los datos ofrecidos son orientativos, sacados de los libros. Puede que una persona salga de la clínica y note que se empieza a despertar la zona y otra note que la anestesia le dura varias horas después. Hemos de estar tranquilos, confiar en el profesional durante los procedimientos y si una vez en casa nos surgen dudas llamar a la clínica para que nos las resuelvan.
Referencias: Stanley F. Malamed. (2006) Manual de Anestesia Local. 5ª ed. Barcelona Elsevier. Leonardo Berini Aytés y Cosme Gay Escoda. (1997). Anestesia Odontológica. 1ª ed. Madrid. Ediciones Avances Médicos Dentales, S.L
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